Una casa de pueblo tradicional reconvertida en un restaurante que da una comida casera de la de siempre pero de una calidad excepcional (sobre todo los tomates de su huerto 🤤🤤🤤).
Trato muy bueno y precio correcto.
Local singular enclavado en un antiguo despacho o tienda de pueblo, en cuyas estancias, se ha establecido un restaurante con encanto que mira a un rústico patio, decorado en madera, piedra y estufa. El servicio familiar para el menú cerrado y casero de unos pocos platos, vinos y postres. Está en el alambre del punto 4, porque los precios son elevados (para dos personas puede superar los 50 €) para su sencilla cocina; lo compensa lo excelente de su elaboración y la experiencia general. Pimientos rellenos, albóndigas, pastel de chocolate y tarta de queso, entre otros, son sus credenciales. En fechas señaladas, imprescindible reservar.
Excelente. Comida buenísima, atención y servicio perfectos y ambiente y espacio super tranquilos y acogedores. Las tartas... una pasada. En definitiva ¡¡¡una comida maravillosa!!!
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