Begoña Hernández Millán
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El restaurante situado en una casita de madera en la huerta. Tiene aparcamiento en la parcela. El camarero con su encanto francés te aconseja muy educadamente para facilitarte la elección de comida de la carta. Te invita a una copa de cortesía mientras decides. A pesar de que esta es muy escueta, tiene platos peculiares. Hemos pedido un paté casero, que estaba muy bueno de sabor, aunque su textura tan densa no nos ha convencido. Un plato variado de quichés caseros, muy buenos, se nota que están elaborados por ellos. Y de platos principales pechuga de pato, solomillo de cerdo, ciervo (exquisito!!!) y el plato de pescado. En general acompañados todos los platos con la salsa adecuada. Los tiempos entre platos muy adecuados.
La comida espectacular, las raciones perfectas, el trato inmejorable y el sitio es precioso. Sin duda lo recomiendo a todo el mundo, se ha convertido en uno de mis restaurantes favoritos ❤️
Carta sencilla pero que no falla independientemente de los años que pasen ya sea los patés, quiches o carnes. A tener en cuenta los platos son contundentes con lo cual si quieres llegar al postre mejor no pedir demasiado entrante. Camarero amable y sitio encantador.
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