Increíble restaurante en un entorno único, rodeado de montañas y alejado del ruido urbano. La comida es un auténtico espectáculo. El lugar cuenta con un amplio salón de dos alturas, donde puedes ver cómo se trata y cocina la carne con las parrillas abiertas. La chuleta es altamente recomendada, pero la carta de pescados también es espectacular. Recomiendo las deliciosas croquetas y la txuleta. El servicio y los camareros impecable!
Nos recomendaron este sitio que está algo escondido. Es como un caserío muy bonito, con un ambiente muy cálido. La mujer que nos atendió fue encantadora. Pedimos dos medios entrantes para compartir y nos lo pusieron en platos individuales. Después tomamos un rodaballo a la parrilla y una carne. De postre degustamos un coulant de chocolate que estaba para morirse. Disfrutamos de la experiencia porque todo tenía un sabor espectacular. Por poner una pega, el plato de carne tenía poca cantidad.
Reservamos para dos y fue un acierto total. Probamos el menú degustación maitea, que consta de cuatro platos mas postre. El espacio es genial, con unas brasas que alimentan el ambiente. El servicio muy bueno y el entorno natural también. En principio no hay problemas de parking. Platos elaborados, bien preparados, con cocina tradicional y de calidad. Top.
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